Primeros pasos
Todo sobre mi
Ubicación
Burgos. Burgos
Cumpleaños:
10 de Agosto
Yo hice la mili en:
Burgos
En el cuartel:
Regimiento Infanteria San Marcial No. 7
Destinado en la compañía o unidad:
Plana Mayor
Mi reemplazo fue el:
? ... no recuerdo qué es esto. Terminé el servicio en Abril de 1976
Mi mote era:
"El antropólogo" (había terminado la universidad)
Serví en el cuerpo de:
Tierra
Mi mili fue así:
Terminé el bachillerato a los 15 años, así que terminé la Universidad a los 21. Eso quiere decir que era un "empollón". Podía haber hecho la mili en las milicias universitarias, pero pensé que si había dedicado mi vida a estudiar y desarrollar la mente, era justo dedicar dos años a desarrollar el cuerpo y habilidades físicas. Así que me alisté en la mili "normal". No me arrepiento. De ser un poco "torpe", pasé a ser casi un atleta. El capitán Lara, a cargo de mi compañia en San Marcial, la convirtió en una compañía "antiguerrillas" ( por celos con la COE) y nos entrenó casi como legionarios (el venía de la Legión). Llegué a correr 15 kilómetros diarios por el monte con todo el equipo sin que se me alterara ni el pulso. Conseguí un tercer lugar en unas olimpiadas militares en los 10 kms campo través. Llegué a ser abanderado del batallón y me paseaba por la pista de aplicación como por un parque de juegos. Hoy, con 67 años, puedo defenderme de lo que sea y poner 15 balas de mi Ruger C9 en el centro de cualquier diana. Cumplí mi propósito y regresé a la vida académica y profesional más balanceado entre cuerpo e intelecto.
Algunos de mis compañeros o mandos se llamaban así:
Un sargento que apodábamos "hierro", por duro en el entrenamiento, insistía en llamarme "El Antropólogo" pues alguna vez comenté que mi trabajo me llevaría a selvas difíciles ( como en efecto así ha sido) donde todo ese entrenamiento me iba a resultar muy últil.
Pasados los años mi vida actual es así:
He pasado 37 años como jefe de proyectos internacionales y he vivido en seis países de América Latina, aunque he trabajado en casi todos. Aunque quiero descansar, me solicitan todavía y viajo constantemente por motivos de trabajo. Tengo cuatro hijos y cuatro nietos. Muchos se ríen o tratan de humillarme cuando digo que para mí los años en la mili fueron de mucho aprendizaje. Lo mantengo. Mientras quienes tratan de ridiculizar mi opinión favorable a esos años, andan cargados de achaques, se cagan ante el mínimo peligro y se duermen hasta conduciendo, yo nunca me he enfermado, ni en sierras ni en selvas, soy todavía el mejor guardaespaldas de mi familia y puedo dormir y despertarme a voluntad por pura disciplina aprendida en duras maniobras en el monte. Eso sin contar las muchas cosas que aprendí y que me han servido mucho en mi trabajo. Entré al servicio con ánimo de aprender, y salí conforme con lo aprendido.
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Comentarios
He leido también su artículo, usted sabe sacar partido hasta de las dificultades y vé el lado positivo de las cosas incluso en los momentos complicados como por ejemplo hacer la mili. Eso ayuda y mucho a ser feliz.
En mi caso personal no aprendí nada que me sirviera para la vida civil más bien en mi época las empresas no te contrataban. en las demandas de trabajo siempre acavaban con un L.S.M. osea que difícil era tener un trabajo en condiciones si no tenías la mili hecha. Pero no me arrepiento de haberla hecho por los buenos ratos que pasé con mis compañeros y el recuerdo que me queda de aquella experiéncia.
Gracias por los comentarios Javier. En efecto, siempre ha dicho que si me encerraran en la cárcel unos años saldría con varios idiomas nuevos aprendidos. La mili había que hacerla, punto. Lo que no me parecía bien es lo que algunos conocidos hicieron para no tener que ir. Desde arruinarse la vista para tener las dioptrías que los hicieran "no aptos", hasta fumar como carreteros para reducir su capacidad pulmonar o herirse el índice para aducir que no podían disparar. Admiraba, eso sí, a los objetores de conciencia, algunos de ellos estaban en los "calabozos" ( celdas con pasillo y enormes ventanales enrejados desde podían ver todo el patio donde nos deslomábamos nosotros). Cuando me tocaba guardia de calabozos, ellos sabían que contaban conmigo para mandar a comprar lo que quisieran del bar, y que cuando llegaban sus familias, si estaba yo a cargo de la guardia, tenían la libertad de estar solos en la sala sin "testigos de cargo" y disfrutar así de contacto físico y abrazos con sus visitas.
Le puedo enumerar lo que aprendí en ese año y medio:
1. Fortaleza física y resistencia. Siempre he dicho que hay personas que pagan por un entrenador y que yo tuve entrenadores excelentes de gratis. Corría 15 kilómetros por cualquier monte sin que se me alterara el pulso. Saltaba de camiones en marcha, como parte el entrenamiento. Subía o bajaba barrancos sin problema. Hoy me siento todavía seguro de poder defenderme yo o a cualquiera de mi familia. No le tengo miedo ni al diablo.
2. Uso de armas y explosivos. Es cierto que no he tenido que aplicar lo aprendido en ese campo, pero no porque no haya estado, en selvas y sierras de América Latina, expuesto muchas veces a peligros reales. Tengo arma, puedo usarla como el mejor, pero gracias a Dios sólo he tenido que usarla para tirar al blanco. Pero es como un seguro de vida. Sería muy frustrante ver un día en peligro a mi familia y no poder hacer nada por no tener con qué.
3. Leer mapas. Puede parecer una tontería en la era del Google Maps, pero desde 1977 me ha servido para no perderme en selvas y sierras.
4. Sobrevivencia. Si me ha tocado pasar días en el monte sin recursos, siempre he encontrado como salir adelante, desde encender el fuego hasta pescar en la noche con la luz de una antorcha que atrae a los peces. De hambre no me muero, aunque me tiren de un avión en el medio de la nada.
5. Descubrí la literatura latinoamericana. Siempre fui voraz lector, pero no conocía a Vargas LLosa ni siquiera a García Marquez. En una pequeña biblioteca que alguien había montado al final del barracón, me devoré todas sus obras y se me abrió un mundo de gusto por el realismo mágico y la literatura del nuevo mundo. En ese pase algunos acuartelamientos y no pocas horas de vigilancia nocturna.
6. Aprendí a cocinar. En unas maniobras, el capitán Lara fue encargado de la cocina de oficiales. Me pidió que fuera su asitente en la administración. Cada mañana, amaneciendo, me presentaba en su tienda y el me daba el menú. El cocinero encargado, que había sido chef de un restaurante de Santander, me daba la lista de lo que necesitaba comprar. Salía en un jeep al pueblo cercano donde tenía ya proveedores seleccionados. Hacía las compras, regresaba y veía como preparaban los platos. Como Lara tenia un gusto aristocrático, los platos eran de lujo, así que aprendí a hacer cosas que me han servido mucho no sólo en mi etapa de soltero conquistador de mujeres, sino ya casado manteniendo los gustos de mi familia por la comida más exquisita. Además, como 21 años, aprendí a administrar honestamente una cantidad no pequeña de dinero, y a llevar esa contabilidad comprando y firmando pagarés y pagando luego. Las cuentas salieron al centavo. Cuando los suboficiales se enteraro de cómo habían comido los oficiales por mucho menos de lo que ellos habían tenido que pagar por garbanzos y huevos fritos, casi se comen vivo al brigada a cargo de su cocina. Ese brigada me la juró pero no pudo hacer nada, pues le capitán Lara tenía bien claro la calidd de rata de despensa de ese chusquero.
7. Primeros auxilios. Muchas veces me ha tocado dar resucitación, entablillar más de un hueso, hacer un torniquete y frenar una hemorragia y hasta atender partos ( aunque eso es posterior).
8. Democracia. Aunque pueda parecer una contradición, el convivir con muchisimos jóvenes como yo, de toda España y de toda condición social e intelectual, me hizo ver que todos somos iguales y debemos tratarnos como tales. Dependemos todos unos de otros. Desde para favores simples hasta en acciones en las que puede estar en juego la vida.
9. Aprendí a mandar, y a reconocer a quien merece obediencia. O sea, aprendí a ser buen líder y a reconocer a quien lo era. A los mandos que eran "fantasmas" se les respondía igual, con "fantasmadas". O sea, haciendo "cine" y haciéndoles creer que éramos auténticos. Pero quien merecía respeto, como el capitán Lara o el coronel a cargo del batallón ( de quien fui asistente como abanderado del cuerpo) les llegué a respetar porque lo merecían, porque eran cultos, honestos y se preocupaban por sus hombres. Esa honestidad y preocupación por los subalternos me ha servido para dirigir con éxito grupos de profesionales de alto nivel. Puedo decirle que ni en la Universidad me enseñaron tanto sobre manejo práctico de recursos humanos. Podría resumir en dos consejos que saqué de la experiencia de la mili y los mandos a quienes respeté. 1) Nunca pidas a los demás hacer algo que no puedas demostrar que puedes hacer tu, y si es mejor, pues vale más. 2) El grupo de mueve al ritmo del más débil. Nadie se queda atrás. Nadie se queda con hambre si hay con qué comer. Todo se reparte por igual. Esos dos consejos llevan al respeto de la tropa y a que reponda cada cual con ganas a cualquier orden.
Lo que podía haber aprendido y no lo hice entonces.
Hubiera podido aprender a conducir. Apuntarse al taller de reparacion de vehículos era fácil. Lo mismo si, teniendo buena conducta, quería uno ayudar en la enfermería, lo que hubiera significado aprender algo de medicina elemental.
Hubiera podido mejorar mucho el inglés, que en ese entonces apenas chapurreaba. Tuve muchas horas en que hubiera podido hacerlo, pero las dediqué a otras cosas menos importantes. La verdad es que llegué ya con carrera y no quería seguir estudiando en esos años sino entrenándome físicamente en lo que pudiera.
A veces pensé que hubiera pasado una mejor mili si me hubiera apuntado a las Milicias Aéreas Universitrarias. Hubiera tenido uniforme elegante y no los harapos que heredamos en mi quinta. Pero entonces no hubiera aprendido a coser y arreglar rotos. Hubiera tenido mejor sueldo. Pero entonces no hubiera sabido ingeniármelas para ganarme las cañas en pulsos y apuestas. Hubiera tenido más fácil ligar. Pero luego no hubiera tenido la habilidad para quitarle la chica a cualquier alferez de pacotilla. En fin, que no me arrepentí nunca de haber hecho la mili "normal".
Piense su mili desde esta perspectiva y verá que tal vez hubiera podido aprovecharla y no tener que pensar que perdió el tiempo. Yo no estoy dispuesto a perder ni un mes de mi vida, peor año y medio. Ni entonces, y menos ahora que ya no me queda tanto tiempo.
Un saludo cordial. Y de nuevo gracias por su comentario.
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