Por diferentes y variadas razones, en España siguen apareciendo trampas en montes y caminos contra ciclistas y motoristas que pueden llegar a provocar grandes tragedias.
“En una de las nuestras rutas de bicicleta habituales de Braojos (Sierra Norte de Madrid), una doble cuerda en el camino. Todavía tengo que agradecer que no hayan puesto alambre. Ahora mismo no podría contarlo. ¡¡¿El mundo se ha vuelto loco?!!”. Estos días circulaba el mensaje en determinados chats de grupos ciclistas. La autora del mensaje había sido víctima de una de esas trampas contra ciclistas y motoristas de la geografía española que siguen presentes en pistas y montes españoles. Acompañaba el mensaje con la fotografía de las lesiones sufridas en su cara y cuello. Ella tuvo suerte. Otros, no tanto.
El caso de Diego González fue dramático porque en 2015 quedó en silla de ruedas tras su accidente en el Monte Alba, de Vigo. Cuatro operarios de la comunidad a la que pertenecían fueron juzgados por colocar una gran piedra contra la que se estrelló Diego después de un salto. No se pudo probar su culpabilidad. Aunque peor fue la historia de Jesús Ángel Santos Redín, que viajó con su bicicleta cuando visitaba en Cantabria a su hija de doce años, que estaba en el campamento en Valderredible. En uno de los tramos del GR99 - un sendero balizado de Gran Recorrido- se encontró con un cable pastor eléctrico cruzado en el camino entre dos estacas. Falleció en la caída.
Respuestas
Con independencia de si debería regularse mejor, o directamente prohibirse terminantemente (yo me inclino por esto) el motociclismo de montaña para proteger el medio ambiente, la instalación de un cable a la altura del cuello para tenderle trampas a ciclistas o motoristas es un crimen gravísimo, posiblemente un asesinato en grado de tentativa. Debería perseguirse y aplicársele todo el peso de la ley a quienes se toman la "justicia" por su cuenta de una manera tan irresponsable.