Un poco de historia de esos españoles de antaño.
Francisco de Ribera era barbudo, alto, de mirada difícil de mantener, provocador nato, dado al altercado fácil, muy “echao palante” y seguro de sí mismo. En una gresca de callejón les había dado el pasaporte a cinco incautos que pasaban por allá. Uno de los que se había tropezado con esta fuerza de la naturaleza había escupido delante de él con tan mala fortuna que el guarro fluido había aterrizado en la bota de este bronco espécimen. Fue más que