Anecdotas Legionarias 8

Aquí os pongo un par de anécdotas más:

La increíble historia del Cabo Anfiloquio González.

Ocurre durante la Guerra Civil Española, cuando se combatía en el frente de Durango. Un cabo al mando de su pelotón se prepara para realizar el asalto definitivo contra una posición enemiga que les estaba haciendo picadillo.

Cuando reciben la orden, el cabo González al frente de sus hombres, abandonan la seguridad de su trinchera y avanzan por campo abierto en medio de una lluvia de fuego. De pronto, una bomba enemiga explota demasiado cerca provocando la muerte de varios hombres y arrancando de cuajo un brazo al cabo. Los hombres del pelotón que aún siguen enteros, paralizados por el shock de la explosión y la escabechina que les han hecho, se quedan parados en tierra de nadie y al descubierto ante el fuego enemigo.

Es entonces cuando Anfiloquio (que así era el nombre de pila del cabo) dándose cuenta del terrible peligro que corrían sus hombres, se pone en pie, recoge con la mano que le queda el brazo perdido y ondeándolo sobre su cabeza como si fuera una bandera arenga a su pelotón gritando:

Cabo Anfiloquio: -¡Adelante muchachos! ¡Qué esto no es nada!

Con un par. Ni que decir tiene que terminaron conquistando la posición enemiga y que el cabo sobrevivió a duras penas a causa de la perdida de sangre por la amputación del brazo de forma tan violenta.

Increíble ¿Verdad?. Pues al parecer, la historia es totalmente cierta.
Aparece en el diario ABC del 17 de Mayo de 1942 donde se da cuenta del heroico gesto del cabo Anfiloquio González.

El cabo telefonista?
Contaba el General Maciá Serrano como durante el avance por Andalucía en la Guerra Civil, un Cabo de la Legión, que al parecer hacía la guerra por su cuenta, se metió en un pueblo ocupado por el enemigo y se fue directamente al Ayuntamiento.
Desorientado al moverse por dentro del edificio, vino a dar con la centralita de teléfonos.
Al ver en el cuadro que se encendían y apagaban unas lucecitas y sonaban unos timbres, la pícara curiosidad le llevó a ponerse los auriculares y oír las conversaciones.

Desconocido: -¡Oiga! ¡oiga! ¡urgente! ¡póngame con el gobernador!.

Al Cabo le hizo gracia y enchufó la clavija donde buenamente le pareció. Al momento sonaba un endemoniado ruido. Tranquilamente la sacó de allí y la enchufó en otro lado. La cosa fue a peor. Empezó a sonar un timbre con tal potencia que parecía que los bomberos estaban por llegar. En tanto en el auricular no cesaba de clamar.

Desconocido: -¡Oiga! ¡urgente! ¡con el gobernador civil! ¡urgente!

El Cabo legionario empezó a enchufar donde buenamente le parecía y cada vez peor, hasta que oyó por el auricular.

Desconocido: -"¿Tiene usted miedo? no acierta a darme esa comunicación"
Cabo legionario: -¿Miedo yo? pero hombre, ¡si soy un Cabo de la Legión!.

Fueron tan fulminantes estas palabras que cuando a los pocos minutos entraba la Bandera, el pueblo se rindió sin un solo tiro, pensando que la Legión ya se encontraba dentro ocupando los principales edificios públicos.

Pascual Sánchez Soler 3º/82

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