Historia de la Armada Española
Los orígenes
La armada española nace de la unión de las marinas del Reino de Castilla y de la Corona de Aragón.
La marina de la Corona de Aragón, constituida principalmente por naves catalanas, una marina de ámbito mediterráneo, prefería como buque de combate la galera y sus derivados, mientras que la marina de Castilla , atlántica, prefería buques mancos, esto es, sin remos, con solo propulsión eólica.
Esta unión se produce en tiempos de los Reyes Católicos, siendo la primera campaña de Italia del Gran Capitán, en la que participan las galeras de Sicilia junto a naves cantábricas, su primera operación de guerra.
En estos primeros tiempos, la marina de guerra española, al igual que en los demás países europeos (salvo Venecia), no existía en el sentido que la entendemos hoy, esto es, formada por barcos pertenecientes al Estado y especialmente hechos para la guerra. Debido a los corsarios y a las inseguridades de la navegación, todos los barcos llevaban cañones y armas. Cuando eran requeridos por el rey para la guerra, cambiaban las cargas comerciales por cargas militares, y sus armadores y tripulantes pasaban a ser pagados por la corona.
Además de los buques mercantes militarizados, también había particulares que armaban flotillas de combate, dedicándose al corso hasta que el rey solicitaba sus servicios.
El rey nombraba los mandos de las escuadras así formadas, en las que embarcaban sus tropas. El combate naval de la época difería poco del terrestre, ya que se buscaba el abordaje y el combate cuerpo a cuerpo, haciendo relativamente poco uso de la artillería.
Se perdió interés en las galeras (que luego se recuperó) en beneficio de naos, carracas y carabelas. A finales del reinado de los Reyes Católicos, sólo quedaban cuatro galeras en la guarda de la costa de Granada para apoyar a las demás naves en verano.
Nacimiento de la Armada Española
La historia de la Armada Española puede datarse en los últimos años del siglo XV y primeros del siglo XVI, cuando los dos reinos (Castilla y Aragón) se unieron de hecho aunque aún no de derecho. En aquel tiempo no existía una Armada centralizada y esta no se consiguió hasta la llegada de los Borbones. No obstante, sí existían flotas militares más o menos permanentes que, cuando era necesario, se reunían para cumplir determinada misión.
Los preliminares de esta incipiente Armada conjunta pueden estar en la primera y la segunda expediciones a Italia y las acciones de Gonzalo Fernández de Córdoba, el Gran Capitán en 1494; pero quizá la primera gran acción conjunta de las dos armadas en una acción naval, fuera la batalla de Mazalquivir en 1505.
En esa batalla, que comenzó la campaña española por el norte de África, la organización y planificación fue obra de Fernando el Católico, rey de Aragón. Pero el principal impulsor e incluso financiador fue el Cardenal Cisneros, auténtico garante de las últimas voluntades de Isabel la Católica. Por distintos motivos, tanto Castilla como Aragón necesitaban controlar la margen sur de Mediterráneo haciendo nuevamente cierta la frase «eran una voluntad en dos cuerpos».
Después de esta conquista, las caídas de ciudades berberiscas continúan. En lo sucesivo el Cardenal Cisneros prosigue alentando y dirigiendo, pero ahora es el navarro Pedro Navarro quien manda la flota. Así, las fuentes cuentan:
Andaban los corsarios de Berbería atrevidamente robando la costa de Granada, porque los corrían muy buenos intereses de los asaltos que hacían, y valíanse de los mesmos moros naturales del país. Mandó el rey que saliese contra ellos el conde Pedro Navarro, que fue uno de los grandes capitanes que nacieran en España.1
A las órdenes de Navarro, el embrión de lo que sería la Armada continuó las conquistas:
El Duque de Medina-Sidonia se había hecho con Melilla ya en 1497.
El Peñón de Vélez de la Gomera cae en 1508.
Orán es tomado en 1509 llevando al propio Cisneros, de 70 años de edad, en la expedición. En la toma de Orán, la Armada tuvo un papel clave al efectuar un ataque combinado con las fuerzas terrestres desembarcadas. Se rescató a 300 prisioneros cristianos y se realizó una gran matanza con los enemigos.
Argel presta vasallaje en enero de 1510 y permite levantar un fuerte en la entrada de su puerto.
Dellys, Mostagenem y Sargel también se convierten en vasallos con parecidas condiciones.
La flota toma Trípoli el 25 de julio también de 1510.
Estas campañas siempre se han presentado como la continuación de la Reconquista y, según Ramiro Freijoo, lo eran, pero con un carácter defensivo. No se pretendía conquistar todo el Magreb, sino asegurar las costas ibéricas e italianas de los continuos ataques berberiscos. Al mismo tiempo muestra que la Armada, al igual que cualquier otra de la época, no disponía de la tecnología suficiente como para defender el litoral de ataques; era un instrumento para conquistar las plazas corsarias y así defender los territorios.
Nuevamente la «Armada» tuvo un gran protagonista con Carlos V y su ataque a Túnez.2
Por una serie de acontecimientos, las costas de Italia y el norte de África quedaron desguarnecidas y Jeredín Barbarroja asoló las costas italianas y norteafricanas, expulsando a los españoles de Túnez en 1504. Este corsario era considerado un héroe por sus contemporáneos musulmanes y también cristianos que alababan su carrera.3 Por ejemplo, el Abate de Brantone, en su libro sobre la Orden de Malta, escribió de él:
Ni siquiera tuvo igual entre los conquistadores del griego y romano. Cualquier país estaría orgulloso de poder contarlo entre sus hijos.3
Carlos V dirigió en 1535 una carta para reunir una flota que, además de las 45 naos y 17 galeras del marqués del Basto, sumaría las 23 carabelas que Andrea Doria traería desde Génova. A este contingente añadió el Papa 9 galeras, la Orden de San Juan otras 6 y Portugal un galeón. A estas cien naves Carlos V trae toda la flota española desde Nápoles, Sicilia, Vizcaya y Málaga.2
En esta ocasión, la armada reunida por el Emperador desembarcó a 25.000 hombres, entre 4.000 veteranos de las guerras en Italia, 9.000 recién reclutados, 7.600 alemanes y 5.000 italianos. Como en el caso de la Armada, las fuerzas eran españolas (la Corona de Castilla pagaba a todo el ejército).
Finalmente cayeron en manos españolas la imponente fortaleza de La Goleta y las ciudades de Túnez, Bizerta, Bujía y Bona.
En 1541 el Emperador pretendió acabar con el problema berberisco con la toma de Argel, su último bastión en el Mediterráneo occidental, pero esta vez la Armada Imperial se ve dispersada por las tempestades y tormentas, y las fuerzas ya desembarcadas tuvieron que replegarse rápidamente.
En aquel tiempo, el poder de las flotas hispanas descansaba en las galeras de remos, herederas de los navíos de la Antigüedad, y lo seguiría siendo durante casi todo ese siglo. Sin embargo, en la toma de Túnez ya aparecen signos de los nuevos tiempos. Las nuevas naos, más grandes que las utilizadas por Cristóbal Colón cuarenta años antes, ya iban equipadas con cañones y con dos castillos (el de proa y el alcázar a popa) y podían transportar 150 marineros y 500 soldados a cortas distancias. Pero sin duda la novedad fue el galeón, aun más grande y mucho más armado que la nao, que después sería la punta de lanza de la Armada.4
Tanto la nao como el galeón eran barcos con el casco más redondeado y de tres palos (mesana, trinquete y mayor). La primera era una derivación de la carraca con mayor artillería y el segundo, una respuesta a las olas del Atlántico que las naos no podían superar con facilidad. Sus ventajas artilleras y de navegación no resultaban muy grandes en el Mediterráneo, pero sí en el nuevo escenario que pronto se vislumbraría como el más importante.
La importancia de estos dos tipos de navíos comenzó a verse cuando los primeros piratas franceses, apoyados y asesorados por piratas españoles renegados, descubrieron algunos de los importantes cargamentos de metales y especias llegados desde América,3 como se verá más adelante.
Las naos resultaron buenos buques de transporte, como prueba el hecho de que sólo la carga de especias que trajo la nao Victoria a los mandos de Juan Sebastián Elcano cubrió con creces los gastos de toda la expedición de Magallanes (cinco naves en total)5 . Por su parte, los galeones demostraron sus posibilidades de navegación en travesías como la realizada por Miguel López de Legazpi en la conquista de Filipinas y el regreso del galeón San Pedro a México, que rompió el dicho del Pacífico («Irás pero no volverás»).6
Aunque el poderío de los navíos españoles era claro desde principios del siglo XVI, es en estos años cuando comenzó a cosechar sus más importantes logros, como la circunnavegación del mundo, la conquista de Filipinas y la protección inquebrantable de las flotas de Indias, pese a que el cine y la literatura americana e inglesa han hecho ver lo contrario.
En 1571 se produjo el éxito más conocido de la Armada Española en toda su historia la batalla de Lepanto. Se concentraron en el puerto de Mesina (Italia) 70 galeras españolas procedentes de la propia España, Italia y Flandes, 9 de Malta, 12 del Papado y 140 venecianas, formando la Liga Santa. La fuerza estaba dirigida por Juan de Austria, y entre los principales mandos se encontraban Álvaro de Bazán, Andrea Doria y Luis de Requesens.
El 7 de octubre de 1571 tuvo lugar la batalla de Lepanto en el golfo del mismo nombre contra 260 galeras turcas. Tras horas de batalla, en la que los veteranos españoles y venecianos asaltan las naves turcas y se lucha sobre ellas cuerpo a cuerpo, tan sólo 45 naves otomanas logran escapar.
Esta victoria frenó el poderío naval turco y el avance musulmán, principalmente en el Mediterráneo occidental. Aunque en la realidad, al Imperio Otomano no le costó mucho reponerse de la derrota en cuanto a los barcos se refiere.
La Armada de Vizcaya
Como consecuencia del Descubrimiento de América, empeoraron las relaciones entre España y Portugal. El Rey de Portugal consideraba que, en virtud del Tratado de Alcáçovas, las tierras recién descubiertas le pertenecían, y en la corte española se tenían informes de que se estaba aprestando una armada en Lisboa, por lo que los Reyes Católicos llegaron a temer ataques portugueses a la segunda expedición de Colón.
Para remediar esta situación, los reyes encargaron desde Barcelona al doctor Andrés Villalón, regidor mayor y miembro del Real Consejo de Sus Altezas que organizase una armada oceánica. Con permiso real, Villalón, en julio de 1493, encomiendó en Bermeo esta tarea al bilbaíno Juan de Arbolancha. La armada fue conocida como Armada de Vizcaya, por formarse en Bermeo con naves y tripulaciones vizcaínas (en el sentido amplio, esto es, vascongadas). A finales de junio Iñigo de Artieta, nombrado por los reyes Capitán General de esta armada, reúne las naves en Bermeo A finales de julio, la armada sale de Bermeo para Cádiz, a donde llegan a primeros de agosto.
Esta armada estaba formada por una carraca de 1000 toneles, mandada por Iñigo de Artieta,, 4 naos, de entre 405 y 100 toneles, mandadas por Martín Perez de Fagaza, Juan Pérez de Loyola, Antón Pérez de Layzola y Juan Martínez de Amezqueta, y una carabela para tareas de enlace y exploración mandada por Sancho López de Ugarte. Llevaba casi 900 hombres. La carraca llevaba 300 hombres, la mayoría de Lequeitio, la nao de Martín Perez de Fagaza, 200, la mayoría de Bilbao, Baracaldo y otros lugares de Vizcaya, las de Juan y Antón Pérez de Layzola, 125 por nao. casi todos guipuzcoanos, y la de Juan Martínez de Amezqueta 70. En la carabela iban 30 hombres. El coste de la armada fueron 5.854.900 maravedís. Las tripulaciones estaban formadas aproximadamente por un hombre de mar por cada dos hombres de guerra.
Aunque se consideraba que la misión de esta armada sería dar escolta a las naves de Colón desde su salida de Cádiz hasta que estuviesen bien adentradas en el océano, para protegerla de ataques portugueses preparadas para dirigirse hacia las tierras descubiertas , en agosto de 1493, al conocer los reyes que por Colón las naves portuguesas no iban a hacerse a la mar, es comisionada para trasladar al rey Boabdil y su corte de Adra hacia las costas africanas. A su regreso se le ordena preparar un viaje a Canarias, que no llega a realizar.
Después de la firma del Tratado de Tordesillas con Portugal, la armada deja de ser necesaria, por lo que el verano de 1494 se ordena su disolución. Paro la situación en Italia la vuelve a hacer necesaria, por lo que la disolución no llega a producirse, y la armada, aumentada con 7 carabelas, se dirige a Sicilia para unirse a las 20 naves que allí se encontraban.
La flota de Indias
En agosto de 1543 se promulgó una ordenanza según la cual se establecían dos flotas anuales. La primera era llamada de Nueva España y partía desde Sanlúcar de Barrameda hacia las Antillas Mayores, de allí a Veracruz en México para recoger su cargamento y llevarlo de vuelta a la Península. La segunda era denominada de Tierra Firme y su primer destino eran las Pequeñas Antillas, desde donde continuaba hacia Panamá entre julio y agosto.
Estas flotas estaban formadas por unos 30 ó 35 navíos de los que al menos dos eran galeones, uno para el comandante de la flota y su estado mayor (llamado «Capitana») y el otro para el almirante (por lo que recibía el nombre de «Almiranta»). Ambas naves contaban con cuatro cañones de hierro, ocho cañones de bronce y 24 piezas menores. El resto de las naves iban equipadas con dos cañones, decenas de arcabuces y varias armas blancas de distintos tipos.
Estos galeones resultaban insuficientes en muchas ocasiones para garantizar la seguridad del cargamento, por lo que se dotaba a ambas flotas de una escolta formada por ocho o diez galeones. Por esta razón se llamaba a la flota escoltada “convoy de los galeones”.
Los servicios de información y seguridad eran excelentes, según J B Black.8 Antes de partir hacia las Indias eran revisadas tres veces y esperaban órdenes alejados de la costa para evitar que subieran a bordo piratas, renegados o moriscos, que tenían prohibido emigrar a América. La comunicación entre la capitana y la almiranta se realizaba periódicamente por medio de buques rápidos. Al avistar tierra, las naves no podían fondear para descender a tierra salvo en casos de extrema necesidad y por un periodo de tiempo no superior a las 24 horas. Las penas por infringir estas órdenes eran contundentes, pudiendo llegar a la pena de muerte. Además, antes de su partida, se enviaba un navío rápido para informar a la Península de su llegada prevista y el cargamento que llevaban. Asimismo se recogía información del tiempo y de la posible presencia de fuerzas piratas. En caso de que la situación lo requiriera, las dos flotas podían viajar juntas o retrasar su salida o enviar el cargamento en tres o cuatro zabras, barcos de unas 200 tm, rápidos y bien armados que podían realizar el viaje en 25 ó 30 días en lugar de los mercantes habituales o, en casos extremos, renunciar a efectuar el viaje hasta el año siguiente.
Estas flotas solían llevar oro de México y/o Perú y plata de Potosí. Sin embargo, no eran los únicos productos de gran valor; sus bodegas también llevaban piedras preciosas, perlas obtenidas en las costas del Caribe venezolano y colombiano, algunas especias, como la vainilla, y plantas tintoreras muy codiciadas, como el palo de Brasil y el palo campeche.9 Estos tesoros hacían que cualquier barco separado del resto por una tormenta, por ejemplo, fuese una presa muy codiciada, y su apresamiento permitía alimentar la leyenda de grandes capturas por parte de los piratas, capturas que nunca fueron tales, salvo algunas excepciones.Puede calificarse así a la Flota de Indias como una de las operaciones navales más exitosas de la historia. De hecho en los 300 años de existencia de la Flota de Indias solo dos convoys fueron hundidos o apresados por los ingleses.
El Atlántico como nuevo escenario
Durante el reinado de Felipe II, Francisco Pizarro demuestra que el Perú no era un mito y que sí era enormemente rico en metales preciosos. Este descubrimiento se uniría a los hallazgos en México y Bolivia (con las famosas minas de Potosí).
Pese a que durante muchos años los monarcas hispanos trataron de mantener en secreto lo descubierto en América, ya en 1521 piratas franceses a las órdenes de Jean Florin lograron capturar parte del famoso «Tesoro de Moctezuma», abriendo toda una nueva vía para asaltos y abordajes en busca de fabulosos botines. Ante las relativamente inmensas riquezas encontradas, pronto cundió el ejemplo entre los franceses y el acecho y asalto a los barcos españoles fueron aumentando.
Aunque las capturas fueron ínfimas para las muchas riquezas traídas de las Indias, la importancia de estos cargamentos era demasiada como para no protegerlos. Así, España comenzó a contar con dos tipos diferentes de flotas. Por un lado, la mediterránea, en la que proliferaban las galeras movidas por remeros (barcos obsoletos, pero que la victoria en batallas como la de Lepanto parecía desmentir). Por otro, las atlánticas, integradas por naos y galeones. Aunque las galeras se mantuvieron en vigor muchas décadas, fueron las flotas atlánticas quienes realmente tuvieron el favor de Felipe II y sus herederos; el propio Juan de Austria debía dejar anclados sus barcos por falta de presupuesto tras la exitosa victoria de Lepanto.
En aquel momento, la flota atlántica contaba con las mejores técnicas y los avances más recientes en navegación; sus planos, diseño y construcción de naos y galeones eran un secreto guardado celosamente. Tanto es así que no ha llegado a nuestros días, como demostró el hecho que de ninguna de las réplicas realizadas con motivo de los 500 años del descubrimiento de América lograse igualar los tiempos conseguidos por Colón10 . Por consiguiente, el transporte de las mercancías estaba asegurado si no mediaban tormentas que mandaran a pique muchos barcos. Los cargamentos eran llevados por dos flotas anuales que partían principalmente de Cartagena de Indias e iban escoltadas por una dotación de naos y especialmente de galeones.
A los piratas ingleses, como Francis Drake o John Hawkins, siempre se les ha presentado en Inglaterra como héroes nacionales y un auténtico calvario para las arcas de la corona española. Pero estudios más detallados sobre esta piratería indican que la potencia de la flota española era abrumadora sobre todas las demás. Un ejemplo está en la derrota que sufrieron aquellos dos piratas a manos de la flota de Nueva España en la batalla de San Juan de Ulúa en 1568, de la que los ingleses sólo pudieron salvar dos barcos.11
Los galeones fueron piezas muy codiciadas. Por eso Francis Drake no tuvo reparos en abandonar su flota
para saquear uno durante los combates contra la Armada Invencible.
La superioridad que una formación de galeones tenía sobre cualquier armada quedó patente con los primeros combates de la Grande y Felicísima Armada (más conocida como la Armada Invencible) en 1588 contra los barcos ingleses. En aquella ocasión no se trataba de una flota pirata, sino de todas las fuerzas inglesas luchando por la supervivencia de su propio país. Aun con todo eso no pudieron romper la formación de la Armada ni detenerla. Únicamente después de desordenar los barcos con brulotes y el apoyo de las naves neerlandesas, además de un clima desfavorable, consiguieron causarle daños a las naos y galeones españoles, pero sólo en cuatro naves (una galeaza, una nao y dos galeones), con 800 bajas (de un total de 130 navíos y casi 29.000 hombres). Esta no es una tesis revisionista ni significa que la Invencible no fracasara, pero sí que la acción de la escuadra inglesa no causó el desastre.
Tras esta victoria cundió el optimismo en la corte de Isabel I e incluso la euforia que les llevó en parte a organizar la Contra-Armada. Los ingleses consideraban posible invadir España por La Coruña, pero los hechos demostraron que estaban equivocados. Los hombres que mandó Álvaro de Bazán antes de su muerte y los habitantes de las ciudades los aguardaban y les infringieron una contundente derrota, primero en La Coruña y después en Lisboa, Cádiz y Cartagena de Indias. Los ingleses perdieron también 20 naves y 12.000 de sus hombres. La diferencia con las bajas españolas es que esta cifra era más de la mitad de los soldados y marineros enviados (20.000 en total), la mayoría bajo los cañones españoles. El consejo privado de Isabel I en un informe reservado calificó la operación de la siguiente manera:
La expedición de la Contra-Armada ha sido no sólo una catástrofe financiera, sino también estratégica.11
Felipe II envió dos armadas más contra Inglaterra, que también fracasaron a causa del tiempo. Pero esto no es algo único: Japón nunca fue invadido por los mongoles gracias al llamado «Viento Celestial» (Kamikaze, en japonés).
Las hostilidades siguieron entre las dos naciones, que estaban cada vez más agotadas. Según algunos historiadores, como Mariano González Arnao, si Felipe II no planificó concienzudamente la invasión de Inglaterra, más bien aguardaba la intervención divina en una causa que debía ser también la suya. Si hubiera trazado un plan meticuloso, como era él, los resultados hubiesen sido muy diferentes, pues Inglaterra realmente contaba con muy pocas fuerzas para defenderse.12 Esto parecen confirmarlo hechos como:
en julio de 1595 el capitán Carlos de Amésquita pasó siete días con sus tres galeras desembarcado en tierras inglesas sin encontrar excesiva resistencia;
con Felipe III, Juan del Águila desembarcó 3.500 infantes en Kinsale y aguantó allí 4 meses, hasta que finalmente se retiró en febrero de 1602.
A finales del siglo XVI, las dos naciones estaban exhaustas. España había logrado victorias frente al duque de Essex y en las Azores frente a Raleigh, desbaratando el intento de conquista inglés del Istmo de Panamá en 1596, sonado fracaso que costó la vida a los dos mejores marinos ingleses de la época, sir Francis Drake y John Hawkins. Por su parte, los hombres del corsario George Cliford lograron apoderarse de San Juan de Puerto Rico en 1598, aunque tuvieron que retirarse a los pocos meses. Ante esta situación, con una suerte de la guerra muy tornadiza y con la muerte de Isabel I, España e Inglaterra se apresuraron a firmar el Tratado de Londres en agosto de 1604.
Potencia naval del mundo hasta el siglo XIX [editar]
A pesar de la errónea noción de que España empezó a perder su supremacía naval mundial tras la derrota de la Armada Invencible de 1588 (difundida especialmente por libros de historia ingleses), es un hecho demostrado que el poder naval español no sólo no disminuyó entonces, sino que se amplió en el XVIII, lo cual permitió a España mantener la comunicación con sus colonias mediante sus Flotas de Indias (América) y el Galeón de Manila (Filipinas). En 1714, ya bajo la dinastía de los Borbones, se creó una Secretaría de la Armada que impulsó la reforma, modernización y expansión de la Armada en el siglo XVIII, necesaria para asegurar la comunicación con el ultramar, en constante amenaza por parte del poderío naval inglés.
Fortaleza de San Felipe de Barajas en Cartagena de Indias.
La Marina inglesa sufrió en 1741 la derrota más grande de su historia durante el Sitio de Cartagena de Indias (ver Guerra de la oreja de Jenkins), cuando una enorme flota de 186 buques ingleses con 23.000 hombres a bordo atacaron el puerto español de Cartagena de Indias (hoy Colombia). Esta acción naval fue la más grande de la historia inglesa, y la segunda más grande de todos los tiempos después de la batalla de Normandía durante la Segunda Guerra Mundial. Tras la derrota, los ingleses prohibieron la difusión de la noticia y la censura fue tan tajante que pocos libros de historia ingleses contienen este episodio de su historia.
Un error historiográfico muy común es el que dice que la superioridad naval británica impidió completamente el comercio americano, pero en realidad la flota de galeones que unía España con América se perdió solamente en cuatro ocasiones a lo largo de 300 años. En ese sentido, tampoco es conocido el episodio que tuvo lugar en 1780, durante el reinado de Carlos III, cuando el almirante Luis de Córdova apresó un gran convoy inglés en el Cabo de San Vicente, donde tuvieron lugar las batallas del Cabo de San Vicente.
Al divisar a la escuadra española (con algunas unidades francesas) al mando de Luis de Córdova, en vez de hacerle frente la escolta del convoy, ésta se dio a la fuga, y los mercantes, algunos de ellos armados con más de 30 cañones, apenas opusieron resistencia.
La derrota, en esta ocasión de Su Graciosa Majestad, fue doble, en el sentido de que no sólo se perdieron esos barcos, sino que todos pasaron a engrosar la Real Armada de su Católica Majestad, dando años de buenos servicios y llegando a portar hasta 40 cañones.
Felipe V y sus hombres reforman la Armada [editar]
Zenón de Somodevilla, marqués de La Ensenada, el gran reformador de la Armada española.
El deseo de las otras potencias por reducir el poder de España y quedarse con algunas de sus posesiones no podía quedar zanjado con el testamento real, por lo que la Guerra de Sucesión era casi inevitable. Esta guerra y las negligencias cometidas en ella llevaron a nuevas derrotas para las armas españolas, llegando incluso al propio territorio peninsular. Así se perdió Orán, Menorca y la más dolorosa y prolongada que fue Gibraltar, donde había únicamente 50 españoles defendiéndolo contra la flota anglo-holandesa.
Felipe V no estaba preparado para dirigir el reino más grande de aquel momento y él lo sabía; pero también supo rodearse de las personas más preparadas que trajeron un proyecto, y la Armada - es la primera vez que puede llamarse así - fue uno de los puntos donde más éxitos se lograron.
El primero de los reformadores fue José Patiño. Este italiano, uno de los mejores técnicos navales del siglo XVIII, comenzó por la reestructuración de las flotas y las pequeñas armadas en una institución única y común. Así mismo fundó nuevos astilleros, como Cádiz o el Ferrol, y creó arsenales de donde pudieran salir los cañones, munición, herrajes y demás enseres para poder armar todos los barcos que debían construirse. Patiño logró poner a flote 56 barcos y 2.500 nuevos cañones. La labor de Patiño ha sido siempre recordada por la Armada, hasta el punto de que, en el siglo XXI, uno de los buques de aprovisionamiento logístico fue bautizado con su nombre.13
Durante el resto del siglo, la superioridad de la Armada Española sobre todas las demás, y especialmente en el Atlántico, fue manifiesta, como se demostró, entre otras ocasiones, en la llamada, por los ingleses, guerra de la oreja de Jenkins, donde destacó uno de los mayores almirantes que jamás haya tenido la armada española, el vasco Blas de Lezo y Olavarrieta.
De la batalla de Trafalgar a la muerte de Fernando VII
Muerte de Cosme de Churruca, Museo del Prado
El 21 de octubre de 1805, la flota franco-española forzada a la batalla por Napoléon, fue derrotada en la batalla de Trafalgar. Muchas de las tripulaciones españolas reclutadas por el comando napoleónico, eran soldados de tierra, mendigos recientemente agrupados y campesinos, algunos incluso nunca habían disparado un arma, en contraste con las tripulaciones británicas bien preparadas que habían vivido numerosas acciones navales. La pérdida de muchos marineros experimentados en una epidemia de fiebre amarilla en 1802-04 había condicionado a una acción apresurada reuniendo una fuerza tan disminuida. En contraste, las atrevidas tácticas de Nelson se aprovecharon de las dificultades, la falta de previsión y la falta de liderazgo de los franceses.
También cabe destacar que, en contra de la opinión generalizada por parte de la historiografía inglesa y también española, la batalla de Trafalgar no significó ni mucho menos la destrucción de la Real Armada Española, que tras 1805 siguió siendo de las marinas más poderosas de todo el globo, pese a haber perdido 19 grandes buques, entre navíos y fragatas.
En 1817 se elaboró un Plan Naval para la reconstrucción de la flota por parte del ministro Vázquez Figueroa, cuya intención era adquirir 20 navíos, 30 fragatas, 18 corbetas, 26 bergantines y 18 goletas. Se adquirieron 6 buques como partida inicial a Francia, pero el ministro fue posteriormente apartado por el rey Fernando VII, por lo que no se cumplió su plan y, desoyendo a los mandos de la Armada, se adquirieron buques rusos de segunda mano a la Marina del Zar, lo que fue un escándalo y seguramente una de las peores inversiones de la Armada. Los buques estaban podridos y en pésimas condiciones marineras, por lo que no tardaron en ser dados de baja.
Teniendo en cuenta asimismo las pérdidas en las guerras de independencia hispanoamericanas, la Armada se encontraba en estos años en una de las peores situaciones de su historia y, desde luego, en la peor de su historia hasta entonces. En 1824, en el primer esfuerzo por regenerar la Armada, se encargaron tímidamente tres fragatas de 50 cañones que se terminaron en 1826, resultando excelentes a lo largo de su vida operativa.
En septiembre de 1833, momento de la muerte de Fernando VII, la Armada sólo disponía de 3 navíos, 5 fragatas, 4 corbetas y 8 bergantines, con los arsenales en un estado penoso.
Vázquez Figueroa volvió a su cargo como ministro a la muerte del rey, pero tuvo que enfrentarse con la Primera Guerra Carlista. En aquellos años se empezaron a introducir los buques de vapor, lo que obligó inevitablemente, debido al atraso industrial español, a la compra de buques al extranjero.
Del final del Imperio de ultramar a la Guerra Civil
El otro gran evento del siglo XIX para la Armada fue la Guerra Hispano-Estadounidense de 1898. La Armada se encontraba afectada por la larga crisis económica y política que padecía España a fines del siglo XIX. Esta situación fue hábilmente utilizada por los líderes estadounidenses, que vieron en esto la oportunidad de presentar ante el mundo a su país como novísima potencia mundial económica y militar. El mando naval de Estados Unidos había estudiado previamente el difícil momento que pasaba España y su poca capacidad de respuesta, aún más acrecentada por la lejanía de sus bases.
El rápido ataque por parte de los estadounidenses cumplió estos planes estratégicos y logró en el campo de batalla una rápida efectividad a pesar de los grandes esfuerzos y el gran valor de las fuerzas navales españolas. Fue el encuentro de la antigua gran potencia, en ese momento en crisis, y la nueva potencia en auge, presentándose internacionalmente con una acción espectacular. Y en verdad significó el gran impulso para la nación estadounidense, pero para su antagonista, la acentuación de una crisis que no se resolvería sino hasta la segunda mitad del siglo XX, cuando la Armada española consiguió reorganizarse, recuperar sus fuerzas y ubicarse nuevamente entre las armadas más importantes del mundo.
Varios acontecimientos a inicios del siglo XX, a pesar de muchos problemas políticos y sociales, acercaron a la Armada española hacia su reorganización, como cuando junto con la aviación de combate española, se llevó a cabo en 1923, el célebre desembarco de Alhucemas, durante la Guerra de Marruecos, el primer desembarco aeronaval de la historia.
La Armada durante el Franquismo
El portaaeronaves Dédalo (R 01) fue el buque insignia de la Armada Española hasta 1988.
Durante el franquismo, la Armada española tuvo su propio ministerio, el Ministerio de Marina. Tras la Guerra Civil Española, las Fuerzas Armadas Españolas estuvieron muy mal organizadas y aún menos preparadas para ninguna otra acción que no fuese reprimir insurrecciones locales (el llamado enemigo interior). Así, los militares ensalzaban las virtudes del caballo frente a los carros de combate y el valor frente al equipamiento.14 Esto fue así por propia política del gobierno autoritario. Unos ejércitos modernos, bien formados y entrenados, requerían el contacto con naciones libres y democráticas, lo que podía llegar a ser peligroso para el régimen.14 Durante años calaron hondo en las FF.AA. frases como la pronunciada por Franco que, ante el peligro de invasión, los españoles tenían el corazón y la cabeza para oponerse a los aviones, carros de combate, destructores y acorazados... en el fondo anhelaban el equipamiento de otras naciones.14
Por otra parte, las posibilidades de poseer tecnología punta internamente eran muy escasas, y más aun en el exterior ya que sólo en contadas ocasiones España tenía acceso a armas y sistemas de armas relativamente modernos.
Estas dos causas hacían que España contara con una Armada paupérrima, desde el punto de vista de los estándares europeos.
La situación fue mejorando paulatinamente desde mediados de los años 50, cuando la presión de otros países por mantener a España aislada fue disminuyendo. Así en 1954, en la cúpula de la dictadura franquista ya se sospechaba que las naciones occidentales y en especial Estados Unidos necesitaban de España en la Guerra Fría y les permitirían adquirir y construir armamentos modernos, además de darle facilidades financieras.16
Hasta los años 50, los buques de los que disponía la Armada Española tenían una tecnología similar a la de las armadas de la Segunda Guerra Mundial. Lo mismo sucedía con los aviones del Ejército del Aire Español.
El año 1953, en plena guerra fría, ante el peligro de un ataque soviético contra los Estados Unidos por el Mediterráneo, los gobiernos de España y EE.UU. firmaron unos acuerdos a partir de los cuales se instalan bases estadounidenses en España, bajo pabellón español17 y con algunas zonas exclusivas para cada nación, varias bases de utilización conjunta hispano-norteamericana, en las que los contactos entre militares españoles y norteamericanos fueron continuos. A raíz de esos acuerdos, se modernizaron hasta 30 buques de la Armada española. Además, desde 1954, los EE.UU. prestaron a la Armada española una serie de buques que, en su mayoría, debían recoger los marinos españoles en puertos norteamericanos.18 Al mismo tiempo, el Ejército del Aire empieza a recibir aviones modernos. Así, en la década de los 50 llegan los Grumman Albatros, los Sabre y los T-33, entre otros,19 En los años 60 llegó el turno de los Starfighter y los Caribou, y en los 70 de los Phantom y F-5, todos ellos aviones modernos en su época. La entrega de esos buques y aviones se hizo mayoritariamente en EE.UU., donde también se impartieron los cursos de adiestramiento para capacitar a los militares españoles en el empleo de esas nuevas armas, lo que implicó estancias en EE.UU. de meses, y en algunos casos, de más de un año.20 21
Estos contactos, junto a la naturaleza misma de la actividad naval y aérea, que implica el contacto con el exterior, hizo que aviadores y marinos españoles adquiriesen un buen nivel tecnológico y se convenciesen de que las programaciones y planes a largo plazo, así como un desarrollo militar autónomo, eran una necesidad.22
En 1964 nació el PLANGENAR,23 que estuvo vigente hasta mediados de los 80, tras su última revisión de 1976.
Modernización de la Armada tras la Transición [editar]
Concluida la Transición en el año 1978, la Armada Española estaba formada por las siguientes unidades:24
1 portaaeronaves Dédalo R01
5 destructores Clase Lepanto (Fletcher)
5 destructores Clase Churruca (Gearing)
5 fragatas Clase Baleares F-70 (1973).
2 destructores Clase Oquendo
4 submarinos Clase S-30,con sus sustitutos los S-70 encargados en dos (1975/77)
4 submarinos Clase Daphné S-60 (1972).
1 corbeta Clase Descubierta (1975), estando prevista la entrega de 4 más que estaban en construcción y de 3 más que estaban ya encargadas.
1 corbeta Clase Atrevida.
6 patrulleros Clase Lazaga (1974).
6 patrulleros Clase Barceló (1975).
2 buques de asalto Clase Paul Revere.
2 buques oceanográficos Clase Malaspina (1973).
4 buques oceanográficos auxiliares Clase Castor (1966).
Un Arma Aérea moderna con helicópteros AB 212, SH 3D, Hughes 500 ASW y aviones V/STOL AV-8 Matador.
Además, en el PLANGENAR de la Armada de 1977 estaba prevista la construcción de:
1 portaaeronaves Almirante Carrero (prevista su botadura en el año 1981) y que se bautizaría finalmente como Príncipe de Asturias. Era un proyecto abandonado por la Armada de los Estados Unidos para disponer de otro portaaviones pequeño (baby carrier o portaaviones ligero en el argot militar) que sustituyese al R-01 Dédalo (que se daría de baja en 1989). El proyecto se denominaba Sea Control Ship y se trataba en realidad de un crucero grande del que podían despegar algunos aviones STOVL, inicialmente concebido para controlar la escolta de convoyes atlánticos, considerados vitales en caso de desatarse la Tercera Guerra Mundial, rápido de fabricar y barato de mantener.25 Este anteproyecto fue retomado por la Empresa Nacional Bazán, modificado y ampliamente mejorado hasta convertirlo en el Príncipe de Asturias (R11).
3 Fragatas Clase Santa María F-80 (orden de ejecución de 1977), cuyo modelo era la clase Oliver H. Perry norteamericana modificada, aumentando, entre otros detalles, la capacidad antisubmarina.
4 Submarinos Clase Agosta S-70 (previstos para el año 1979).
Pero 15 años después, la situación de la Armada era algo difícil. Los que en el año 1978 eran buques modernos, a principios de los 90 ya habían sobrepasado la mitad de su vida operativa. Ya no había destructores, los buques anfibios habían sido sustituidos por otros de procedencia extranjera, y la mayoría de los buques tenía más de 20 años. Para reemplazar las bajas, la Armada sólo había recibido el Príncipe de Asturias (R11), las fragatas Clase Santa María F-80, los submarinos y algunas pocas unidades más. Para hacer frente a estos problemas, la Armada diseñó un plan posibilista para ser dotada de los medios considerados necesarios hasta el primer tercio del siglo XXI. Este plan sustituía al obsoleto PLANGENAR de 1977 y se llamó Plan ALTAMAR.
Ya en 1977, al revisarse la segunda fase del programa naval, en el PLANGENAR, la Armada consideró la necesidad de nuevos escoltas para acompañar al Príncipe de Asturias, por lo que se decidió construir tres fragatas Clase Santa María F-80 y posteriormente una cuarta fragata.
Juntos, el Príncipe de Asturias (R11) y las fragatas clase Santa María formaron el Grupo Alfa a finales de los años 80.
Como continuación del PLANGENAR de la Armada de 1977, y para sustituir los viejos destructores, dragaminas y buques anfibios, se desarrolló el Plan ALTAMAR.([7]).
Los objetivos de este plan eran:
No ser excesivamente ambicioso como lo habían sido otros anteriores, que no llegaron a realizarse.
Abarcar toda la dotación de buques, excepto las corbetas, patrulleros y naves de menor porte.
Renunciar a dos puntales considerados claves por la Armada: los submarinos nucleares y el segundo portaaviones.
Tratar de lograr la máxima independencia respecto de otras naciones.
Su ejecución llevaría de 10 a 15 años.
De esta forma, las líneas de la ejecución fueron las siguientes:
La Armada fue muy comedida en sus peticiones.
Se realizaron las dos renuncias mencionadas.
La mayoría de los barcos fueron apuestas conjuntas. Así, los buques de asalto anfibio eran un proyecto hispano-holandés, igual que los buques de aprovisionamiento logístico; los cazaminas eran hispano-británicos, los submarinos hispano-franceses; sin embargo, las fragatas F-100 (la clave del plan y la parte más cara) eran diseños y desarrollos españoles.26
El Plan se terminó en el 2005, a excepción de los submarinos.27
Sin embargo, la realidad demostró que la situación económica española daba para mucho más de lo presupuestado inicialmente. Más aún, la situación política, que tuvo que enfrentarse al problema de dar carga de trabajo a los astilleros, así como los acontecimientos y acuerdos políticos y de otra índole hicieron que la ejecución del Plan, si bien es cierto que en algunos apartados fue recortada, casi llegara a duplicar lo planificado inicialmente, dando como resultado una Armada moderna y altamente tecnificada.
La Armada hoy [editar]
A comienzos del siglo XXI, el Almirante General de la Armada confirmaba que la Armada afrontaba una situación totalmente diferente a la del siglo anterior, puesto que en la actualidad predominaba en la misma la modernización y la nueva tecnología del material.
En 1999, un análisis de una página especializada determinó, según criterios propios, que la Armada Española podría ser la séptima más poderosa del mundo, siendo superada sólo por la Armada de los Estados Unidos, la Rusa, la Británica, la francesa, la japonesa y la italiana.28 Dado que no ha sido actualizado, dicho análisis podría haber variado, puesto que el tipo y número de unidades en activo por países ha cambiado, más aun por el gran crecimiento y mejora de la Armada China. No obstante, la Armada Española, también ha incrementado sus unidades y poder de fuego.
Buques [editar]
Tipo Nombre Asignado Desplazamiento tm Eslora Velocidad kn. Autonomía nm. Dotación
Buques de combate
Portaaviones R-11 R-11 Príncipe de Asturias 1988 17.188 195,9 26 6.500 758
Fragatas F-100 F-101 Álvaro de Bazán 2002 6.256 146,7 28,5 5.000 216
F-102 Juan de Borbón 2003 6.256 146,7 28,5 5.000 216
F-103 Blas de Lezo 2004 6.256 146,7 28,5 5.000 216
F-104 Méndez Núñez 2006 6.256 146,7 28,5 5.000 216
Fragatas F-80 F-81 Santa María 1986 3.982 137,7 29 5.300 223
F-82 Victoria 1987 3.982 137,7 29 5.300 223
F-83 Numancia 1988 3.982 137,7 29 5.300 223
F-84 Reina Sofía 1990 3.982 137,7 29 5.300 223
F-85 Navarra 1994 4.017 137,7 29 5.300 223
F-86 Canarias 1994 4.017 137,7 29 5.300 223
Submarinos S-70 S-71 Galerna 1983 1.740 67,8 20,5 8.500 60
S-72 Siroco 1983 1.740 67,8 20,5 8.500 60
S-73 Mistral 1985 1.740 67,8 20,5 8.500 60
S-74 Tramontana 1986 1.740 67,8 20,5 8.500 60
-
Buques anfibios
Desembarco anfibio L-40 L-41 Hernán Cortés 1971 8.500 159 20 - -
L-42 Pizarro 1971 8.500 159 20 - -
Asalto anfibio L-50 L-51 Galicia 1998 12.450 160 19 6.000 115
L-52 Castilla 2000 12.450 160 19 6.000 115
Grupo Naval de Playa Lanchas Clase LCM-1E (12) 2007 107,6 23,3 12, 5 - 3
Lanchas Clase LCM-8 (8) 1974 115 22,7 11 - 4/5
-
Buques auxiliares
Petroleros A-11 Marqués de la Ensenada 1991 13.380 123 16 10.000 80
Aprovisionamiento A-14 Patiño 1994 17.045 165,8 20 13.440 160
Transporte ligero A-01 Contramaestre Casado 1983 4.964 104,2 14 - 62
A-04 Martín Posadillo 2000 2.300 13 10 - 26
A-05 El Camino Español 1999 5.800 95 10 - 30
Salvamento y Rescate A-20 Neptuno 1999 1.860 57 11 - 51
Aljibes A-65 Marinero Jarano 1981 549 37,6 10 - 16
A-66 Condestable Zaragoza 1981 895 46,65 10 - 16
Hidrográficos A-31 Malaspina 1975 1.090 57,7 20 - 62
A-32 Tofiño 1975 1.090 57,7 20 - 62
A-23 Antares 1974 360 38,35 11,6 - 41
A-24 Rígel 1974 364 38,33 11 - 40
Lanchas A-90 A-91 Astrolabio 2001 - - 20 - -
A-92 Escandallo 2001 - - 20 - -
A-93 Sextante 2004 - - 20 - -
Investigaciones Oceanográficas A-33 Hespérides 1991 2.738 82,5 14,7 12.000 54
A-52 Las Palmas 1981 1.437 41,2 - 7.000 36
Remolcador A-51 Mahón 1981 1.437 41,2 14 - -
A-53 La Graña 1993 663,8 32,5 14 - -
General A-101 Mar Caribe 1989 1.860 57 - - -
A-111 Alerta 1992 2.292 76,5 - - -
-
Buques contra minas
Mando BCM M-11 Diana 1979 1.660 88,8 25 7.500 118
Cazaminas M-30 M-31 Segura 1999 550 54 14 2.000 40
M-32 Sella 1999 550 54 14 2.000 40
M-33 Tambre 2000 550 54 14 2.000 40
M-34 Turia 2000 550 54 14 2.000 40
M-35 Duero 2004 550 54 14 2.000 40
M-36 Tajo 2005 550 54 14 2.000 40
-
Patrulleros
Clase Serviola P-71 Serviola 1991 1.106 68 20 - 48
P-72 Centinela 1991 1.106 68 20 - 48
P-73 Vigía 1992 1.106 68 20 - 48
P-74 Atalaya 1992 1.106 68 20 - 48
Clase Descubierta P-75 Descubierta 1978 1.666 88,8 - - 65
P-76 Infanta Elena 1980 1.666 88,8 - - 65
P-77 Infanta Cristina 1980 1.666 88,8 - - 65
P-78 Cazadora 1981 1.666 88,8 - - 65
P-79 Vencedora 1982 1.666 88,8 - - 65
Apoyo a la pesca P-60 P-61 Chilréu 1992 2.450 - - - -
P-62 Alborán 1997 1.428 66 15 20.000 46
P-63 Arnomendi 2000 1.428 66 15 20.000 46
P-64 Tarifa 2004 1.428 66 15 20.000 46
Vigilancia costera P-20 P-21 Anaga 1980 319 44,26 15 - 27
P-22 Tagomago 1981 319 44,26 15 - 27
P-23 Marola 1981 319 44,26 15 - 27
P-24 Mouro 1981 319 44,26 15 - 27
P-25 Grosa 1981 319 44,26 15 - 27
P-26 Medas 1981 319 44,26 15 - 27
P-27 Ízaro 1981 319 44,26 15 - 27
P-28 Tabarca 1981 319 44,26 15 - 27
P-30 Bergantín 1982 319 44,26 15 - 27
Apoyo a la pesca P-80 P-81 Toralla 1987 133 28,5 20 11
P-82 Formentor 1987 133 28,5 20 11
Vigilancia costera P-10 P-11 Barceló 1976 134 36,20 36 1.200 19
P-12 Laya 1976 134 36,20 36 1.200 19
P-14 Ordoñez 1977 134 36,20 36 1.200 19
P-16 Cándido Pérez 1977 134 36,20 36 1.200 19
Vigilancia costera P-30 P-31 Conejera 1982 103,858 32,125 16 - 15
P-32 Dragonera 1982 103,858 32,125 16 - 15
P-33 Espalmador 1982 103,858 32,125 16 - 15
P-34 Alcanada 1982 103,858 32,125 16 - 15
Vigilancia costera P-110 P-111 1980 20,65 15,75 14 - -
P-114 1979 20,80 13,70 14 - -
Vigilancia interior P-200 P-201 Cabo Fradera 1963 28 17,85 10 - 9
-
Buque escuela
Goleta A-71 Juan Sebastián Elcano 1927 3.700 113,1 16,5 - 257
-
Buques de Entrenamiento A-72 Arosa 1981 - - - - -
A-74 La Graciosa 1988 - - - - -
A-75 Sisargas 1995 - - - - -
A-76 Giralda 1993 - - - - -
A-77 Sálvora - - - - - -
A-78 Peregrina 2007 - - - - -
Serie YE A-82 Contramaestre Navarrete 1983 - - - - -
A-83 Contramaestre Sánchez Fernández 1983 - - - - -
A-84 Contramaestre Antero 1984 - - - - -
A-85 Contramaestre Lamadrid 1984 - - - - -
A-121 Guardiamarina Barrutia 2006 - - - - -
A-122 Guardiamarina Cherequini 2006 - - - - -
A-123 Guardiamarina Rull 2007 - - - - -
A-124 Guardiamarina Salas 2008 - - - - -
Aeronaves [editar]
Modelo País de origen Vel. máxima Techo Alcance Entrada
en servicio Escuadrilla Unidades
Aviones
AV-8 Harrier II Reino Unido, Estados Unidos Mach 0,89 15.240 m 2.200 km 1985 9a 17
Cessna "Citation II y VII" Estados Unidos Mach 0,755 43.000 pies 1.960 NM 1992 4a 4
-
Helicópteros
Agusta-Bell AB 212 ASW Italia, Estados Unidos 260 km/h 5.305 m 439 km 1968 3a 10
H-3 Sea King Estados Unidos 267 Km/h 4.481 m - - 5a 11
OH-6 Cayuse Estados Unidos 282 km/h 4.875 m 430 km - 6a 10
SH-60 Seahawk Estados Unidos 268 km/h 5.790 m 704 km - 10a 12
Escuadrillas
Un AV-8B Harrier II de la fuerza aérea de la Armada realizando un apontaje vertical en el portaaviones Príncipe de Asturias (R11).
Un helicóptero AB-212 realizando un ejercicio con marineros tunecinos sobre el Contramaestre Casado (A-01).
Tercera Escuadrilla: Formada por 10 helicópteros Agusta-Bell AB 212. Inicialmente dedicada a la guerra antisubmarina y antisuperficie, incluso con versiones especializadas en ELINT y guerra electrónica. Actualmente pueden cumplir una gran variedad de misiones como helicóptero utilitario. Se emplean como transporte de asalto para la infantería de Marina[8].
Cuarta Escuadrilla: Formada por 3 aviones birreactores de vigilancia y transporte Cessna Citation II y 1 avión Cessna Citation VII. Sus misiones son de vigilancia marítima, transporte VIP y reconocimiento táctico.[9].
Quinta Escuadrilla: Formada por 8 helicópteros SH-3D/H, inicialmente dedicados a la guerra antisubmarina y antisuperficie, aunque actualmente dedicados en mayor medida a misiones de transporte de asalto con el desmontaje de sus sistemas electrónicos, pudiendo transportar hasta 25 infantes de Marina y SAR; y 3 SH-3D/H, versión especializada en alerta temprana(AEW) con radar Searchwater.[10].
Sexta Escuadrilla: Formada por 10 helicópteros Hughes 500. Inicialmente fueron adquiridos como helicóptero ligero para cometidos antisubmarino, actualmente se les usa como helicópteros de vigilancia, enlace, corrección de tiro naval e iluminación para armas de guía láser. [11].
Novena Escuadrilla: Formada por 16 cazas Harrier AV8B II Plus y un Biplaza TAV-8B. Funciones de protección aérea de la flota, cobertura para la Infantería de Marina, supresión de defensas y reconocimiento. [12].
Décima Escuadrilla: Formada por 12 helicópteros SH-60 B SeaHawk, dedicados a la guerra antisubmarina y antisuperficie. Forman la unidad embarcada típica de las fragatas F-100 y F-80. [13].
El futuro [editar]
Con la entrada en servicio del nuevo buque de asalto anfibio Juan Carlos I (L-61) con un desplazamiento de 27.082 Tn botado el 10 de marzo del 2008, la adquisición de las nuevas fragatas F-100 y los submarinos S-80 (todos desarrollos de origen español), se potencia la capacidad de proyectar tropas y unidades de operaciones especiales a lugares alejados del área de influencia española. Tanto es así que los compromisos internacionales han hecho que en varias ocasiones, como es el caso del Ejercicio Steadfast Jaguar-06, sea la marina de guerra que más barcos y personal transporte29 ; pues, en caso de una operación real, los compromisos suscritos por España le obligan a poder llevar a cualquier parte del mundo y proteger un contingente de 1.800 infantes y sus respectivos equipos.30
Buques en construcción [editar]
Tipo Nombre Asignación Desplazamiento tm Eslora Velocidad kn. Autonomía nm. Dotación
Buques de combate
Fragata F-100 F-105 Roger de Lauria 2012 6.250 146,7 28,5 5.000 216
-
Submarinos S-80 S-81 2013 2.426 71,05 19,3 50 días 32
S-82 2014 2.426 71,05 19,3 50 días 32
S-83 2014 2.426 71,05 19,3 50 días 32
S-84 2015 2.426 71,05 19,3 50 días 32
-
Buques anfibios
BPE L-61 Juan Carlos I 2009 27.082 230,82 21 9.000 243
-
Buques auxiliares
BAC A-15 Cantabria 2009 19.500 173.9 20 6.000 122
-
Patrulleros
BAM P-41 Meteoro 2009 2.490 93,9 20,5 8.700 35
P-42 Rayo 2010 2.490 93,9 20,5 8.700 35
P-43 Relámpago 2010 2.490 93,9 20,5 8.700 35
P-44 Tornado 2010 2.490 93,9 20,5 8.700 35
Proyectos [editar]
Capacidad aeronaval
Portaaviones Príncipe de Asturias
El transporte y la utilización de aviones se verá potenciada con la entrada en servicio en el 2009 del Buque de Proyección Estratégica Juan Carlos I, que desplaza 27.082 toneladas y tiene capacidad para albergar treinta aeronaves, el cual, junto con el portaaviones Príncipe de Asturias, serán los buques insignia de la Armada y puntales de la flota.
En la próxima década se deberá tomar la decisión de perfilar al relevo del Príncipe de Asturias. La decisión del tipo de buque a adquirir dependerá muy posiblemente del resultado del proyecto F-35B, avión que por sus características muy superiores es sustituto natural de los Harrier II de la Armada y que también podrán operar en el BPE. No obstante, fuentes oficiales afirman que la entrada o no en dicho proyecto no está en su agenda por el momento.31
El futuro portaaviones español de todas maneras mejorará en prestaciones al Príncipe de Asturias. Algunos autores han realizado dibujos y diseños mostrando un portaaviones con pistas cruzadas de unas dimensiones parecidas al francés.32 Le han dado el nombre referencial de Carlos III R21, pero oficialmente no existen mayores informaciones.
Los escoltas
Fragata Mendez Nuñez
La 31ª escuadrilla se halla actualmente en proceso de modernización. Las nuevas fragatas F-100 clase Álvaro de Bazán, uno de los principales proyectos de las FF.AA. de los últimos años, van entrando progresivamente en servicio. Actualmente hay 4 en servicio, la quinta se entregará en el 2012 y la sexta, que está en fase de estudio, se espera que sea aprobada en los próximos años. La 41ª escuadrilla de escoltas está compuesta por las 6 fragatas F-80 clase Santa María, que entraron en servicio entre 1986 y 1995 y que actualmente se encuentran a la mitad de su vida útil, destacando su gran capacidad antisubmarina.
Por lo tanto, cuando se entreguen las dos nuevas fragatas, la Armada Española contará en un corto periodo de tiempo con 12 fragatas (6 F-100 y 6 F-80) que cubrirán con creces las necesidades de esta durante la próxima década.
El Arma Submarina Española
submarino Isaac Peral
La flotilla de submarinos se encuentra en estos momentos sumergida en el ambicioso proyecto S-80, submarinos de fabricación nacional con sistema independiente del aire (AIP) y alta autonomía, que dificultará en gran medida su detección por unidades hostiles.
Fruto de la apuesta por el S-80, actualmente, y tras la retirada de las 4 unidades, S-60 clase Delfín, España cuenta ahora con los 4 submarinos S-70 clase Galerna que serán sustituidos por los 4 submarinos de la serie S-80 actualmente en construcción y cuya entrega a la Armada está prevista entre los años 2013 y 2016.
Los buques auxiliares
Marques de la Ensenada
La Armada cuenta con el Petrolero de flota A-11 Marqués de Ensenada y el Buque de aprovisionamiento en combate A-14 Patiño. Además, está en construcción otro BAC el Cantabria (A-15) que se entregará en el 2009. Gracias a la modernidad de estos buques, la Marina de guerra española tendrá cubierta esta faceta operativa durante las dos próximas décadas. El único pero puede darse por la condición de monocasco de los dos primeros, pese a que las nuevas leyes referentes a buques petroleros no afectan a los navíos militares, sino tan sólo a los civiles.
La guerra de minas
La lucha contra las minas es probablemente uno de los puntos débiles de la Armada española al no haberse desarrollado completamente el Plan ALTAMAR en este campo. Los vetustos buques de medidas contra minas existentes con anterioridad han sido recientemente sustituídos por 6 nuevos Cazaminas M-30 con equipos de última generación, siendo, sin embargo, insuficientes para realizar la tarea encomendada.
Las unidades anfibias
Buque Galicia desembarcando en Iraq
La Armada cuenta con dos buques de asalto anfibio de la serie L-50: el L-51 Galicia y el L-52 Castilla. Además con el nuevo Buque de Proyección Estratégica previsto para su entrega el 2009, se retirarán los buques de desembarco de Clase Pizarro L-41 Pizarro y L-42 Hernán Cortés antes del 2011, y sus funciones pasarán a ser desempeñadas por el BPE. Con esto se habrá culminado la modernización de este sector de la flota.
Las unidades anfibias se completarán con las 12 nuevas lanchas de desembarco LCM-1E con capacidad para embarcar, transportar y desembarcar personal, material, vehículos o contenedores en operaciones anfibias, que se han ido adquiriendo en los últimos años.
Los patrulleros de costa
Buque patrullero P-76 Infanta Elena.
Las diversas clases de Patrulleros irán causando baja progresivamente y se irán incorporando los BAM (Buques de Acción Marítima) con una previsión de hasta un total de 12 oceánicos, otro de inteligencia y un último hidrográfico, de manera que se reducirán y homogenizarán las unidades y se reducirá el personal necesario.
Así mismo se ha especificado a Navantia que dichos buques puedan ser modulables para desempeñar múltiples tareas, como puede ser el rescate en el mar, atención por síndrome de descompresión, patrulla y vigilancia, lucha contra la contaminación y otras menores. También se plantea sustituir al buque de mando contra minas, el M-11 Diana por otro BAM durante la próxima década.
Actualmente están en construcción cuatro BAM oceánicos, cuyas entregas a la Armada se efectuarán entre el 2009 y el 2010.
El Arma Aérea
Por último, La Flotilla de Aeronaves de la Armada sustituirá los helicópteros Agusta-Bell AB 212, H-3 Sea King y OH-6 Cayuse por 28 nuevos NH-90 de fabricación conjunta europea. Estos 28 nuevos aparatos serán adaptados a diversos cometidos (transporte, evacuación, guerra antisubmarina, alerta temprana...). Además se unirán a los 12 SH-60B, que forman parte del sistema de combate de las fragatas F-80 y F-100, potenciando en gran medida las prestaciones de los helicópteros de la Armada.
En cuanto a aviones se refiere, todo está en el aire. Para sustituir a los AV-8 Harrier II sólo se baraja una opción, el F-35B, proyecto liderado por EE. UU. y del que en caso de tener éxito a finales de la próxima década, es más que probable que la Armada adquiera alrededor de una quincena de cazas dependiendo de la entidad de su nuevo portaaviones. Entre tanto, se espera disponer de nuevos aviones Harrier II Plus para mantener la operatividad del Príncipe de Asturias (R11) hasta el final de su vida útil.
Empleos de la Armada Española
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