En estos días, habéis podido comprobar mi falta, en nuestro querido foro, por haber asistido a la despedida de un gran magistrado-juez por jubilación, que lleva 16 años en la Sala de lo Civil del Tribunal Supremo y que nos dió una buena charla.

Esas son las ocurrentes y expresivas palabras de cierre de la deliciosa glosa de su fructífera vida profesional, ofrecida el pasado 27 de diciembre en el Colegio de Abogados de Oviedo, por José Antonio Seijas Quintana, magistrado de la Sala Civil del Tribunal Supremo durante los últimos trece años, con ocasión del otorgamiento de la medalla de oro por su trayectoria, con firma en el Libro de Honor.

Con esa inocente locución, José Antonio Seijas, de forma elegante pone el dedo (o la palabra) en la llaga del cáncer de nuestro ordenamiento jurídico: la inseguridad jurídica.

Veamos…

1. Todos queremos conocer de antemano las consecuencias de nuestros actos pero acechan las nieblas de un legislador desbocado (en palabras del maestro García de Enterría) que transitoriamente por la inestabilidad política se ha convertido en un jaco perezoso que incurre en el vicio contrario, de no andar ni legislar cuando es necesario y urgente.

Por si fuera poco el Ejecutivo de turno (cualquiera que sea su color político) usa y abusa de los Decretos leyes, a diestra y siniestra.

Además los tribunales ofrecen jurisprudencia a la carta para sostener una cosa y su contrario, siempre accesible al estudioso a base de picotear en el Supremo, Tribunal Constitucional, Tribunal de Justicia Europeo o Tribunal Europeo de Derechos Humanos. El problema se agrava cuando cada uno de esos faros de jurisprudencia la hace brillar, la apaga o incluso cambia su color de forma rápida o sorpresiva.

2. Comentaba en su charla Seijas con socarronería asturiana (incorporada en su servicio a la Audiencia provincial de Asturias desde 1992 a 2005) que en la jerga forense, e incluso en el Diccionario de la Real Academia debería incorporarse la palabra “cuidadín”, con uso de diminutivo cariñoso pero sin bajar la guardia, término del que interpretando al ponente me atrevo a ofrecer con la siguiente acepción:

Dícese de la advertencia expuesta en el curso de las deliberaciones de un órgano colegiado jurisdiccional por parte de uno de sus miembros, que se efectúa de forma amistosa, prudente y preocupada, para alertar a sus compañeros del riesgo de los derroteros que toman las deliberaciones hacia sentencias que encierran criterios de sensible impacto social, vuelco jurisprudencial o alejamiento sustancial de valores constitucionales bajo coartadas procesales o la bandera de la independencia judicial.

Dicho término, “Cuidadín”, pasa del color Ámbar al rojo si se expresa duplicado: “Cuidadín, Cuidadín”.

3. Asimismo Seijas aludió, flanqueado en la mesa, entre otros juristas de renombre, por el Decano del Colegio de abogados, Ignacio Cuesta y por el Presidente del Tribunal de Justicia de Asturias, Ignacio Vidau -quienes comparten con el ponente la cordialidad y lucha por la Justicia-, a la necesidad de ser conscientes de “que abogados y jueces van en el mismo barco de la Justicia”, lo que me resulta oportuno puesto que la leyenda urbana gira en torno a abogados que critican a los jueces cuando ven rechazadas sus tesis, y a jueces que critican a los abogados cuando cometen errores procesales o plantean demandas temerarias. Ni tanto ni tan calvo.

Como expuse en mi último ensayo El arte de la guerra en la Justicia administrativala relación entre abogados y jueces es de simbiosis o beneficio mutuo para ambas partes, donde todos aprenden y donde la veteranía de unos y otros les demuestra que el derecho es inestable y que nadie es infalible. Los abogados intentan ilustrar sobre el rumbo adecuado, al servicio de su cliente como pasajero, y el juez escuchándoles moverá el timón, a veces viento en popa hacia la Justicia y otras erradamente hacia las rocas y el fango.

Lo cierto es que, como advirtió Seijas, la creación del derecho y la exploración de soluciones a problemas jurídicos es labor práctica de abogados y jueces. Lo que es muy cierto, pues tras el desbroce del panorama por los académicos a estos colectivos corresponde ex aequo la siembra, y como no, la cosecha jurisprudencial.

4. En lo que se refiere a la persona y frutos de Don José Antonio Seijas, es conocida su erudición, sentido común, humildad y talante abierto, con papel decisivo en la jurisprudencia civil de la última década. Particularmente le debemos, además de una precisa delimitación de los presupuestos y consecuencias de la responsabilidad sanitaria, unida a enérgica denuncia de las carencias técnicas, su intervención como ponente de la sentencia que denegó indemnización a los afectados por la talidomida por haber prescrito la acción (lo que lamentaba en su fuero interno cuál Pilatos obligado por la necesidad de seguridad jurídica) y avances de gigante en derecho de familia como el reconocimiento y normalización de la custodia compartida atendiendo al interés del menor, el régimen de visitas de abuelos a nietos, la equiparación de una madre biológica a pareja del mismo sexo o la reciente prohibición del uso de la vivienda familiar al cónyuge separado que convive de forma estable con tercero.

En fin, quede constancia de mi respeto y admiración por la labor de Seijas y del justo reconocimiento que ha efectuado el Colegio de Abogados de Oviedo al ya jubilado el pasado noviembre al cumplir los 70 años, quien puede mirar satisfecho hacia la mochila de su fecundo legado. ¡Júbilo en la bien ganada jubilación, maestro!

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Respuestas

  • Yo no creo en la justicia

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