Las tropas partieron de Cartagena hacia la bahía de Argel el 27 de junio, tras cierto retraso debido al mal tiempo, y arribaron el día 30. La flota se hallaba en desorden, lo que retrasó las tareas de desembarco. Los mandos además cambiaron varias veces de opinión sobre el mejor lugar para hacerlo. La lentitud en embarcar a los soldados en las barcazas que debían llevarlos a tierra motivó que la operación se retrasase varios días. Por fin comenzó el 8 de julio, pero las unidades que lo hicieron no eran las previstas, sino una mezcla de tropas que alcanzaron las playas con cierta confusión.
Las tropas españolas desembarcaron en dos oleadas, agobiadas por el sofocante calor del verano. Antonio Barceló protegía las barcazas de desembarco aproximando las naves de guerra lo suficiente como para no encallar en las poco profundas aguas de la bahía y poder hacer uso de la artillería a bordo. A pesar de las estrictas instrucciones que O'Reilly dio a sus hombres, los invasores escogieron erróneamente la zona de desembarco y descargaron la artillería pesada frente a las dunas de la playa, haciéndola totalmente inutilizable para el combate. Una vez en tierra, sin embargo, los españoles toparon con poca resistencia por parte de los argelinos, que efectuaron una retirada fingida. Los defensores habían aumentado sus filas reclutando en masa guerreros de las tribus del interior al ser alertados por los mercaderes berberiscos de Marsella, que habían sabido de los preparativos militares hispanos durante la primavera. La flota y las unidades que habían desembarcado rechazaron los dos primeros ataques argelinos a las líneas españolas. La segunda oleada de desembarco alcanzó la playa con el mismo desorden de la primera, cuando esta ya sufría el intenso hostigamiento del enemigo, oculto en un bosque cercano.
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