El servicio militar obligatorio.- En el mismo año que se cumplía los 21 años del nacimiento, fuera en 1º de enero o en 31 de diciembre, era cuando se entraba en QUINTAS. El Ayuntamiento por mediación de sus alguaciles, avisaban a todos los jóvenes, o a sus familiares, la fecha cuando tenían que ser medidos y reconocidos, que había que firmar un recibo del enterado para que nunca pudieran decir que no sabían nada. Si tenían que hacer alguna rectificación, era ir a decirlo al Ayuntamiento, que podía ser un error en los apellidos, o iban sus padres porque estaba en filas su hijo, o por algún otro motivo. Como varios muchachos ya se conocían con otros que eran de su misma edad, se ponían de acuerdo para el día que iban a salir a la calle, a cantar dando voces y garrotazos. Los que pudieran quedar como desconocidos y no puestos de acuerdo con los demás, ya se enteraban el primer día que salían los otros y al día siguiente se unía a ellos. Lo primero era proveerse de un garrote, que los compraban en los comercios que los vendían. La fecha señalada para ser medidos y reconocidos, era un domingo del mes de febrero. Normalmente con una semana de antelación, se echaban a la calle a dar voces, cantar y dar garrotazos a todo lo que se ponía por delante y les daba a ellos la gana. Lo peor era si alguien del pueblo (en particular las mujeres, y si habían sido jóvenes todavía peor), el haber tenido alguna cosa deshonesta, entonces los cantares que ellos habían compuesto, eran demasiado insultantes. Para el resto de la gente tampoco la tenían en olvido, pues si habían realizado algo malo de lo que fuera, también les cantaban sus coplillas. Era una costumbre, el que por las noches hacían algunas "faenas"". Solían ir a los molinos de viento existentes fuera de la población en las eras cercanas, para trasladar el llamado "borriquillo" para sujetar el timón de las velas, que lo llevaban largo retirado del molino. Lo que también trasladaban de un barrio a otro, eran algunos carros, pues había muchos que por las noches estaban en la calle por no tener los dueños donde meterlos, y algunas otras cosillas por el estilo. Pasada la semana llegaba el domingo; temprano a seguir dando ruido por las calles, y a la citada hora acudían al Ayuntamiento, donde aquí por un empleado eran medidos en altura; luego un ligero reconocimiento médico para ver si tenían algún defecto físico o corporal para no hacer el servicio militar. Ahora les tocaba a los que ponían alguna protesta, eran los que decían a los médicos del mal que padecían, como los que eran hijos de viuda y no tener su madre medios económicos para vivir, ni ningún otro hijo para que la pudiera alimentar, pues si tenía alguno le condenaba y tenía entonces que sortear; ser hijo de padres mayores; les hacían expediente en el Ayuntamiento y tenían que ir a Toledo a pasar la revisión, a ver como se encontraban de lo que alegaban. Estas revisiones las hacían varias veces, que tenían una duración de 4 años. Lo peor era si alguno de sus defectos se curaba antes de cumplir los 4 años de revisión, entonces se decía "ha sido enganchado", teniendo que ir a marcarse el "kaki". Lo mismo ocurría si moría su madre viuda o sus padres viejos, pues entonces a lo mejor con 25 años tenía que ir a cumplir todo el tiempo de la mili. No recuerdo exactamente, pero en los meses de octubre o noviembre, se celebraba el sorteo para lo que habían de cumplir el servicio militar en la Península, Islas, Colonias que entonces pertenecían a España, Fernando Poo, Ifni, Cabo Jubi, Guinea. De antemano el Ayuntamiento había puesto en el tablón de anuncios, una lista con el número de reclutas que debían de ir a cada sitio. Los números más bajos, a los sitios más largos, para terminar en los mayores los más cerca posible dentro de la Península, que estaba organizado por Regiones, que para este pueblo la Primera era la más cercana, que es la del Centro. Igual que cuando fueron medidos, con una semana antes, a salir a cantar y dar garrotazos. Y llegó el domingo de las alegrías y las tristezas. El Ayuntamiento estaba construido dentro de la Plaza del Imperio que era bastante grande, con un balcón corrido de grandes dimensiones en la parte principal de la fachada, con unos balcones-puertas de salida de las dependencias de dentro. A pesar de ser la Plaza grande, se llenaba de personal, que en su mayoría eran familiares de los quintos a ser sorteados, y algunos curiosos, solamente por "abriguar" (averiguar "curiosidad"). Por el balcón del centro, salía el Pregonero, y entonces se hacía un silencio total, para pronunciar el nombre y apellido del quinto, y a continuación el número. Con la lista en la mano y con los números asignados a cada sitio, los interesados lo miraban en unos segundos, y si el número pronunciado por el Pregonero era de los buenos, salían corriendo tan rápidos como en las pruebas atléticas de los 100 m. Libres, que llegaban a su casa con la lengua fuera, que casi no podían pronunciar la buena noticia que tenían que dar, pero en la forma de su llegada, no hacía falta decir nada, todos sabían el resultado. Preparaban enseguida unas piezas de dulce (mantecados, sequillos, pastas) y algo de bebida (limonada, mistela, gaseosa) para obsequiar a los que ya se iban enterando e iban a darles la enhorabuena. Los que no tenían tan buena suerte y el número era de los bajos, los interesados marchaban, sí a dar la noticia, pero sin prisas y con caras un poco disgustadas, aquí en la casa no celebraban nada. Había unos QUINTOS llamados "de cota", que son los que habían pagado una cantidad de dinero al Gobierno, para elegir Cuerpo y lugar donde querían hacer el servicio militar, siendo de su cuenta el costearse la comida y la ropa militar, cuando venían al pueblo de permiso, era el llegar unos muchachos con caras de comer mejor que el "rancho" del cuartel y hecho unos señoritos con ropa confeccionada a su medida por un sastre, como es de comprender todo esto costaba mucho dinero, y solo algunas familias de las pudientes del pueblo se lo podían permitir. Otros que también resolvían su capricho con dinero, eran aquellos que les habían tocado a Africa o más lejos, que por mediación de una cantidad de pesetas que entre ellos acordaban, era el cambiarse con alguno de los que les había tocado a la Península, y así cambiaban su destino. Si los que daban el dinero les sobraba, y los que lo recibían les faltaba, de esta forma quedaba su suerte cambiada de conforme había sido en el sorteo. Pasado algún tiempo, llegaba la fecha de incorporación a filas. Los que les había tocado a Africa a acompañar a "los Morancos", salían en parejas una semana antes, para con un bolsillo iban casa por casa pidiendo un dinero en calidad de voluntad, pues parecía que su mala suerte les iba a faltar dinero para sus vicios, aunque la comida y el vestir lo tenían resuelto en los cuarteles. La incorporación la hacían en dos reemplazos (dos veces), el primero en febrero del año siguiente, y el segundo a los tres o cuatro meses después. Pasaban los años e iban modificando el reglamento de Quintas. Una de estas modificaciones, era el no celebrar los sorteos en los Ayuntamientos de los pueblos, pues se hacía en las Cajas de Recluta, que a este pueblo de Madridejos le correspondía a la Caja de Toledo, pues había otra establecida en Talavera de la Reina, para la zona del otro lado de la capital. Hacían una lista por orden alfabético de apellidos, menos los que de antemano habían notificado sus familiares que estaban haciendo el servicio militar como voluntarios. Numeraban del 1 al número final de los que entraban en sorteo; sacaban un número, y el nombre que ocupaba este número era el peor, pues le correspondía el número 1; un ejemplo, el número sacado había sido el 350, por lo cual el que tenía el número anterior 349, le correspondía el mayor de la lista, el que tenía el número siguiente el 351 era el número 2, y así se iba sumando para delante hasta llegar a completar lo que debían de ir a los sitios más lejanos de la Península. Continuaban y acoplaban cada vez más cerca porque los números que les correspondía iban siendo mayores, Ocurría una circunstancia, por motivos de acortamiento del servicio militar, más número de mozos, etc., el caso es que gente sobraba, por lo que los números mayores pasaban a ser EXCEDENTES DE CUPO, estos solo iban a la instrucción durante 3 meses, y entonces le daban un permiso indefinido, que no volvían a ir para nada, lo único que hacían igual que los demás que cumplían todo el tiempo de mili, es ir a pasar revista que se hacía a finales de cada año en el Cuartel de la Guardia Civil, pues todos los licenciamientos no eran definitivos hasta que no se pasaban 18 años, que hasta entonces era estar en situación de reserva y poder ser movilizados. Se presentó el 18 de julio de 1.936, y empezó la Guerra Civil Española, quedando la quinta de este año 1936 medida y reconocida, que no llegaron a sortear, terminado el 1º de abril de 1939, con una duración de 2 años, 8 meses y 12 días. Los reemplazos que los ganadores de esta Guerra habían movilizado en su zona, le valió el tiempo de la contienda, pero a los de la zona republicana tuvieron que sufrir sorteo y luego incorporación al Ejército desde el año 1936 y quintas sucesivas. Se fue modificando todavía más el reglamento, y entonces los sorteos eran por grupos que hacían las fechas de nacimiento de los mozos, que yo la verdad no entendía nada. Siguió habiendo excedentes de cupo, pero ya no iban ni un solo día a marcarse "el kaki", pues a los pocos días después del sorteo, iban a la Caja de Recluta a recoger la cartilla de licenciamiento, y aquí terminaban sus servicios a la Patria, una verdadera suerte al que tenía esta suerte. Yo desde luego no la tuve, me chupe el "kaki" 5 años, 8 meses y 12 días, pero eso es otra historia. Por José Moreno Rosell 1915-1996 |
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